Mónica, inquieta colaboradora, sugirió entrevistar a los astrónomos Luis Felipe Rodríguez, Jorge Cantó, Salvador Curiel y el español José Torrellas, quienes habían sido citados por muchos medios de la Prensa nacional por haber detectado una estrella con poco tiempo de haberse formado y presentaba una esfera de vapor de agua, en vez de un disco de polvo y gas girando alrededor de la estrella, en donde probablemente se formen planetas, como sucedió con nuestro pequeño Sol hace más de cinco mil millones de años.
Al principio me negué, bajo el razonamiento que nuestro proyecto informativo no podía ir a la zaga de la prensa para abordar asuntos de la investigación científica. Mónica se empeñó e invitamos a Luis Felipe, Jorge y Salvador al programa de ciencia que produjimos por muchos años en Radio UNAM.
La prensa destacó el agua de la esfera que rodeaba a la estrella, todas las preguntas apuntaban al agua, que si se podía traer y cosas por el estilo, cuando la importancia astronómica es que fuera una esfera la que envolvía a la estrella “recién nacida” (decía la prensa) y no el agua, que abunda en el Universo en forma de moléculas dispersas.
Al finalizar el programa, los astrónomos Jorge y Salvador me invitaron a acompañarlos a las siguientes entrevistas que les solicitaran los medios sobre su descubrimiento, para mi era un honor y con gusto acepté. El reto se presentó con una conductora de noticias del IMER. Los astrónomos expusieron cómo detectaron el fenómeno nunca antes observado, la esfera en vez de un disco protoplanetario.
La conductora de noticias finalmente preguntó ¿de qué nos sirve saber todo eso? Cantó me volteó a ver subiendo y bajando las cejas en señal de “ahora te toca a ti”. Respondí que todo el material del que estaba hecha ella, nosotros, todo lo que existe a nuestro alrededor, excepto el Hidrógeno y parte del Helio, lo fabrican los hornos termonucleares de las estrellas y el violento colapso de las gigantes, de tal modo que entender los fenómenos del Universo es comprendernos a nosotros mismos y lo que nos rodea.
Años después, durante una estancia en el Instituto de Astronomía, surgió la idea de la ya legendaria Noche de las Estrellas, inspirada por otra inquieta colaboradora, Mariana Espinoza.
En la estructura de la organización nacional de ese verbena científico cultural que se lleva a cabo año con año estaba la Comisión de Comunicación, integrada por representantes de todas las instituciones organizan la Noche de las Estrellas. Buena parte de los temas de cada Noche de las Estrellas se tomaban de lo que la UNESCO definiera como Año Internacional.
Tocó el Año Internacional del Agua. Para esa ocasión, encontré que un arreglo de radiotelescopios en el desierto de Atacama, en Chile, había detectado un hoyo negro que presentaba un enorme disco de acreción formado por moléculas de agua, a 12 mil millones de años luz de distancia, significaba que se formaron moléculas de agua en el Universo casi desde su origen hace 13 mil 700 millones de años. Así titulamos el eslogan de prensa de aquél año: “En el principio hubo agua”.
El agua que se necesita para nuestra vida debe ser líquida, transparente, sin olor ni sabor, colosales masas de moléculas juntas, integradas de dos átomos de Hidrógeno y uno de Oxígeno. Además, el planeta que tenga agua líquida -como el nuestro- debe estar no muy cerca ni muy alejado de la estrella porque se evapora o se congela. No lo hemos encontrado aún.
Tierra se ve azul por el agua líquida en su superficie, parece pero no es mucha, casi toda es salada, 97%, el restante 3 % es dulce pero… 3 cuartas partes es hielo, y un diminuto porcentaje es agua líquida, potable, inodora, incolora y sin sabor. Es inhumano concebir el agua como mercancía susceptible de apropiarse, saquearse. Es un patrimonio muy escaso para los humanos, la vida.