La ciencia, la voz confiable de la especie

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La ciencia, la voz confiable de la especie

El discurso de la ciencia en la plaza pública, en la agenda política, debiera ser el de la ciencia misma, es un discurso que la comunidad científica no puede enarbolar sólo en los cuerpos colegiados, los consejos académicos. Es un discurso político, debe serlo, con su propia identidad.

La ciencia es una institución Universal y, en el caso del país, no es de gobierno aunque importa, es parte de la reglas, e indiscutiblemente forma parte del Estado nacional porque éste se ha adherido a la ONU, a la UNESCO, a la OMS, a la FAO, en estos organismos está definida la ciencia universal. Por demás, el artículo tercero de la carta magna define que la educación que imparta el Estado estará basada en el progreso científico.

Con esos parámetros, el discurso debiera definirse en la institucionalidad de la ciencia, no en el de “la oposición”, ni puede ser el de un grupo de interés ajeno al Estado, sus leyes y reglamentos.

El “interés” de la comunidad científica, como grupo, debiera basarse en el de la ciencia como institución universal y del Estado mexicano (¡ojo: como institución, no como Estado!) en sus compromisos locales e internacionales. Debiera quedar establecido que como “grupo de interés” -que no lo es aún- no excluye al resto sectores y organizaciones sociales que integran al Estado: población, territorio, poderes e instituciones. La ciencia universal debiera ser una herramienta fundamental del Estado, gobierne quien lo gobierne y sea cual sea la forma de gobierno, como lo ha sido en algunos estados-nación. La voz de la ciencia de algún modo ha sido la voz de la especie.

En efecto, en su evolución, Homo sapiens se ha caracterizado por haber detectado y respondido a los retos que le impone la naturaleza, de otro modo ya se habría extinguido. El erudito Baruch de Spinoza (uno de los autores favoritos de Albert Einstein) describía que lo que entendió el ser humano es que la naturaleza tiene reglas, además postula que la idea de Estado en algo tuvo que ver la imitación de la naturaleza y sus reglas, y subordinarse a ella.

Consolidando estas ideas, y como ya lo he comentado en estas columnas, el bioquímico francés Jaques Monod, galardonado con Nobel de fisiología y medicina en 1965, al describir la evolución de la especie respondiendo a los retos de la naturaleza, ésta desarrolló los órganos que le permiten el habla y en ese momento surge una evolución paralela a su biología: la cultura.

En el fenómeno social complejo de la Opinión Pública diversidad de discursos entran en choque, se confrontan, se disputan la orientación del Estado y su gobierno, son los discursos de los intereses de grupo que al entrar en colisión de ideas expresan la presión de los grupos que se trate.

La pandemia Covid19 nos dio la oportunidad en tiempo real y magnitud planetaria tener sobre la mesa un fenómeno biológico evolutivo, una especie reproduciéndose a costa de otra, y en la que en la Opinión Pública se desataron intereses económicos, políticos, partidistas, filias, fobias, miedos, prejuicios donde el discurso minoritario, casi ausente ha sido el de la ciencia.

¿Han participado científicos en ese choque de discursos? Sí, pero decepcionantemente no con el discurso de la ciencia, sino con el ideológico, político (o despolitizado), partidario, personal, aunque los intereses de la prensa los revistieran con el San Benito de “la voz del experto, de la experta”.

En mi opinión este fenómeno biológico evolutivo Covid 19 y la Opinión Pública pone en relieve la necesidad que facultades, institutos y centros de investigación científica en verdad interactúen y construyan, de la mano de las ciencia sociales “covalentes”, el discurso de la ciencia, el de la voz confiable de la especie en el debate de la Opinión Pública.

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