La revista científica Science News publicó el miércoles pasado un sumario sobre la pandemia y enfermedad Covid 19, es un ejemplo de la conducta responsable que debieran tener las personas con formación científica (no sólo en medicina), instituciones académicas y los medios de comunicación frente a la amenaza extraordinaria que estamos enfrentando como especie, como humanos.
Sin omitir los estragos que el coronavirus SARS_Cov2 ha causado en todo el mundo, su tono es optimista y, distinto a reclamar qué se ha hecho mal, expone lo que se ignoraba sobre al fenómeno, lo que hemos aprendido, el sinnúmero de preguntas aún sin respuesta y las que han surgido a partir del aprendizaje sin abandonar la cautela, porque también hay indicios que sobrevivientes a la infección padecen secuelas que se ignora si desaparecerán.
Médicos, enfermeras y personal de los hospitales de todos los países han aprendido a cuidar mejor a los enfermos de Covid 19. Por su lado, los investigadores descubren cada vez más secretos del minúsculo organismo patógeno que al principio era totalmente desconocido.
Asimismo, describe el desarrollo de vacunas en tiempo muy breve cual proeza sin precedentes, aún frente a las predicciones más optimistas. Reino Unido, Canadá (sabemos que México y Estados Unidos también) han concedido la aprobación del uso de una de las vacunas con eficacia experimentada iniciado diciembre.
Subraya también el redoblado esfuerzo de funcionarios de salud pública de todas las naciones que han luchado para informar al público sobre cómo reducir el riesgo de contagio en medio del torrente de informes falsos sobre curas y tratamientos o negaciones sobre la gravedad de la pandemia.
Respecto a la gravedad de los enfermos y los fallecimientos, la sinopsis que hace Science News enumera lo que se sabe y lo que no pero sorprende a los especialistas, como la edad y las condiciones médicas preexistentes que son factores para una enfermedad grave. Sin embargo, ya se ha identificado que los hombres tienen más riesgo que las mujeres al margen de la edad o comorbilidades. Pero se ignora aún por qué unas personas no presentan síntomas y otras luchan por respirar, padecen impactos cardiovasculares, progresan a insuficiencia y finalmente mueren. La pregunta más común apunta a la respuesta inflamatoria muy grave, la respuesta inmune del paciente se sale de control e inflige grave daño a su propio organismo, en un intento equivocado de responder bien a la infección.
De los infectados que han desarrollado inmunidad, no se sabe cuánto les durará, no ha habido tiempo suficiente para indagarlo. Se sabe por otros virus parecidos que causan enfermedad respiratoria grave que la inmunidad puede durar hasta un año.
El artículo concluye que nadie puede predecir cuándo o cómo será el final de la pandemia. Si una vacuna puede transferir inmunidad duradera, años, décadas, pueda ser que cese. Pero como afirma Michel Osterholm, epidemiólogo de la Universidad de Minnesota citado por la revista, “una vacuna no es nada hasta que es inoculada en el brazo de las personas, y esos brazos deben estar dispuestos”. A los especialistas les preocupa la velocidad de la politización del tema que induce desconfianza en las vacunas o tratamientos, “la politización será el gran problema” como ha sido hasta ahora, agregaría yo.