De tres años a la fecha quizá más que nunca la ciencia sea el faro de referencia ante las múltiples amenazas ambientales y geopolíticas que acechan a Sapiens. No exactamente el último descubrimiento o las sorprendentes imágenes del nuevo telescopio, sino esa manera de ver, pensar, imaginar que tiene la ciencia.
La enorme y sólida idea de Evolución (lo son también el Big Bang, la tabla de los elementos, la tectónica de placas, el modelo atómico) nos ayuda a ubicar las causas, origen o por lo menos una condición inicial de los fenómenos que agobian al mundo, su caracterización, componentes, complejidad y cambios hasta nuestros días.
La historia todo esto nos lo presenta de forma lineal y fragmentada social, política o geoeconómicamente hablando y, así, se observa cómo naciones, poderes, personas toman partido cual si fueran equipos de futbol o series de entretenimiento de los buenos y los malos que, lejos de la comprensión, atiza más el desorden y la confusión.
Por la astrofísica nos podemos ubicar en la complejidad de ese cielo estrellado. Junto con la física y la química podemos entender cómo se fabrican los ladrillos con lo que está construido todo, como se arregla y acomoda todo lo que se mueve y funciona (incluidos nosotros).
Con esos cimientos, la biología nos ayuda a entender cómo está construida la vida, por qué estamos vivos, qué es la vida y las condiciones sutiles y complejas para que esta siga teniendo lugar en esta diminuta motita azul circundando una diminuta estrella a la mitad de su existencia.
Estas certezas, esa forma de ver y pensar, ayudan a desmenuzar lo que parece un desorden mundial donde ya no se sabe a quién creerle en toda esta dramaturgia, puesta en escena, verdades “alternativas”.
El razonamiento que dio origen a las Naciones Unidas (y sus valiosos organismos como la OMS, la UNESCO, la FAO y otras) después de una catastrófica conflagración armada, se basó en que son los pueblos del mundo los que padecen las pandemias, las enfermedades, las guerras… ¡y también son los que sobreviven! La ONU no es una institución internacional perfecta, pero es un faro al que las naciones pueden recurrir en tiempos tempestuosos.
En la UNESCO tenemos el andamiaje institucional universal de la ciencia, la educación y la cultura íntimamente interrelacionadas. Otra ganancia para los pueblos es la OMS, el andamiaje universal de las ciencias de la vida humana, las amenazas de especies, convivencia con otras y las sustancias dañinas para la biología humana.
La ciencia no nos va a decir quién miente o no, quién tiene o no razón, ni quienes son los buenos o los malos. Nos va a mostrar los hechos, las evidencias ajenas a lo que podamos creer, sospechar o imaginar, las bases del movimiento y la sostenibilidad de lo que hace Sapiens para seguir adelante o sucumbir: energía, alimentos, agua, salud, medio ambiente, biomasas en equilibrio, complejos microbiomas con fenómenos como el brinco de microbios y virus de una especie a otra. Herramientas para todos y no sólo para unos cuantos.
Parafraseando a Robert Zimmerman, Nobel de Literatura 2016: la respuesta, amigos, flota en el viento, la respuesta está en… la ciencia.