Y en el principio fueron las partículas subatómicas, luego átomos de Hidrógeno, Helio pero también Litio, allá por los años 13 mil millones y medio antes de nuestra era. Nubes colosales de átomos, mayormente de hidrógeno y algo de helio y litio, se empezaron a comprimir por la gravedad encendiéndose como estrellas por la fusión de esos átomos.
Pero fue hasta hace relativamente poco tiempo que conocimos la existencia del Litio, que ocupa el lugar número tres en la tabla periódica de los elementos, en el grupo de los alcalinos, metales brillantes, blandos y altamente reactivos a temperaturas y presiones comunes.
En 1817, el sueco Johann Arfvedson analizando material extraído de una mina de petalita, una roca compuesta por óxido de silicio, aluminio, observó que contenía un material desconocido. Un año después, Christian Gmelin, al poner el material sobre una flama observó que ésta cobraba un intenso color rojo brillante. Ninguno de los dos pudo aislar ese material desconocido, lo que sí consiguieron en 1819 Brande y Davy mediante un método que consiste en separar elementos de compuestos usando corriente eléctrica, electrólisis, que ya había sido descrita por Faraday.
Recibe su nombre del concepto griego piedra o roca, litio, porque de los elementos alcalinos a éste se le encontró en minerales, mientras a los otros se les detectó en tejidos de plantas, y su importancia proviene precisamente de la electrólisis para aislarlo.
Cuando se aplica corriente eléctrica a un compuesto se liberan electrones por los aniones en el polo positivo (ánodo) y la captura de cationes en el polo negativo (cátodo). Con el agua, por ejemplo, H2O, separaríamos el oxígeno del hidrógeno. Este mismo principio tiene lugar con las llamadas celdas galvánicas que convierten la energía química en energía eléctrica, ahí está el detalle con el litio.
El litio, por su elevado calor específico es útil en aplicaciones de transferencia de calor y por su elevado potencial electroquímico es muy útil como ánodo en las baterías eléctricas. En sales con bromo y sodio (bromuro de litio y cloruro de litio) es un eficiente captador de humedad (higroscopicidad).
Como pasajeros documentando equipaje para volar se preguntarán ¿por qué tanta atención de los revisadores si no se trae alguna batería de litio, como los “jumpers” para echar a andar los autos cuando se descarga el acumulador. El litio es un elemento muy reactivo, no tanto como el sodio pero casi. Si echamos un trocito de sodio del tamaño de una nuez al agua del inodoro volará en mil pedazos después de un estallido. Sin embargo, enlazado con cloro, cloruro de sodio, se lo echamos al caldo del guisado y no pasa nada (¿no es fascinante la química?).
Las sales de litio (carbonato, citrato) ayudan mucho en el tratamiento de manías y depresiones, es un estabilizador del ánimo. Por su potencial electroquímico bloquea la liberación de dopamina. Asimismo actúa en los puntos de contacto de neurona a neurona, las sinapsis, reemplaza al sodio en el canal sináptico y hace su potencial de acción más lento haciendo que el paciente se calme.
En las naves espaciales y submarinos, como hidróxido de litio, es muy útil para extraer el dióxido de carbono para depurar el aire para la respiración de las tripulaciones. En la siderurgia se utiliza en aleaciones de aluminio, cadmio, cobre y manganeso, valiosísimo para los fuselajes robustos pero ligeros de los aviones.
Su abundancia en el planeta es menor que el cobre, níquel, tungsteno y mayor que el cerio y el estaño, se calcula en 65 parte por millón en la corteza terrestre.
Desde la segunda guerra mundial su extracción y producción se ha incrementado exponencialmente. Los minerales de los que se obtiene son lepidolita, petalita, espomudena y ambligonita.
El crecimiento acelerado del uso del ion-litio ha provocado que la tonelada del elemento haya disparado su precio desde 450 dólares a 3 mil dólares tan solo en el lapso entre 2003 y 2009.
