La ciencia sobre Covid 19, un cantar de gesta

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El 28 de febrero se completó ya una vuelta de la Tierra al Sol cuando la Secretaría de Salud registró el primer caso de contagio en México de la enfermedad Covid 19, causada por el entonces desconocido virus del grupo de los coronavirus al que se clasificó como SARS_CoV2.

La Organización Mundial de la Salud (OMS), institución que la humanidad se ha dado para detectar causas y proteger a la especie de las enfermedades y, en general, de la salud pública universal, fue notificada del brote de Covid 19 el 31 de diciembre de 2019, en la población de Wuhan de la República Popular de China.

Uno de los grandes aciertos de la especie ha sido aprender que las enfermedades no son castigo divino alguno o “malos aires”, sino que tienen un origen concreto, tangible, posible de explicar y remediar.

Parte de la evolución de ese aprendizaje ha sido conocer los patógenos que las producen. El cazador de microbios Robert Koch propuso apenas a finales del siglo 19 y principios del 20 que se trata de organismos pequeñísimos e invisibles a simple vista los causantes de enfermedades infecciosas. No obstante, muchos siglos antes, aún sin conocer a los causantes y tener explicaciones razonables de las epidemias, los pueblos y sus eruditos habían aprendido a confinar a los enfermos y practicar el distanciamiento comunitario, no personal, no individual: social; una epidemia en China el año mil, y la primera pandemia registrada en el Imperio Romano en el siglo dos (Galeno).

Distinto a las narrativas ideológicas, políticas, periodísticas, partidistas, empresariales, a un año del brote de la pandemia Covid 19 la narrativa de las ciencias biológicas y de la salud universales (sin nación, sin dueño) es optimista, épica, un cantar de gesta.

A regañadientes, arriesgando y con rebeldía, los clínicos chinos compartieron con sus colegas del mundo que algo novedoso y extraño estaba sucediendo con una enfermedad respiratoria aguda. En medio de las celebraciones de la víspera del año nuevo 2020 en el mundo, Li Wenliang advirtió de un brote viral que los médicos del Departamento de Emergencias del Hospital Central de Wuahan estaban enfrentando, en un chat de científicos clínicos (WeChat).

Poco después, ¡días!, los virólogos chinos ya tenían el código genético del bicho y lo compartieron al mundo el 10 de enero del 2020, como lo hace la ciencia, en un artículo revisado por pares. Al mes ya habían más de 164 artículos de investigación y a la fecha se superan 100 mil artículos científicos, y más de 4 mil 800 estudios sobre tratamientos y vacunas, según ha documentado el microbiólogo español Ignacio Gómez Goñi (BBC News 24-02-20).

En mayo de 2020 la posibilidad de desarrollar pronto una vacuna no era optimista, se hablaba de no menos de 18 meses antes de obtener alguna (vacunas.org 04-05-2020). Hace un año no había más de 8 proyectos de desarrollo de vacunas. Hoy existen más de 195 candidatas y más de media docena ya están en fase de ensayos clínicos, con diversas estrategias: virus atenuados, inactivos; subunidades de proteínas del virus, otros virus inocuos y partículas similares al virus, ADN y ARN mensajero (decodificar el arma con la que ataca, la espiga del virus, todo un tino).

En cuanto al sistema inmune humano, que ha reaccionado de forma heterogénea, algunos sin síntomas y otros con enfermedad grave (buena parte por recciones exageradas del sistema inmune), hoy se puede documentar que la mayoría de los humanos mantiene una robusta respuesta inmune tanto de anticuerpos como de células “blancas” del tipo linfocitos T.

Aún falta mucho por saber del virus y de la respuesta inmune, el desarrollo de otras vacunas, no se sabe si el virus llegó para quedarse (endémico), si habrá nuevas cepas (que es muy distinto a las variantes o mutaciones detectadas). Pero todo lo que sí se sabe ha sido en tiempo récord, épico, un cantar de gesta.

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